Igual que en el juego de buscar formas en las nubes, en los paisajes graníticos abundan los bloques o conjuntos de ellos cuya silueta sugiere cierta similitud con objetos cotidianos, lo que explica muchas de las denominaciones que esas piedras reciben e incluso algunos de los topónimos usuales. En este caso, una piedra caballera parece ser transportada sobre una gran losa con un saliente a modo de vara de carro. Se trata de una de las formas más conocidas y características del Guadarrama, tal vez por el misterio que añade la conocida leyenda que rodea al Carro del Diablo:
Cuenta la leyenda que el maestro de obras de la Catedral de Segovia, Juan Guas se desesperaba viendo como las obras no avanzaban al ritmo requerido para culminar el proyecto dentro del plazo acordado. Tanto renegaba de su suerte que se le apareció el mismo Satán engatusándolo con lograr la finalización del edificio a cambio de la posesión de su alma. Aceptado el trato, la obra progresó a ritmo endiablado hasta que, próxima ya la finalización de la misma mucho antes de verse cumplido el plazo, el constructor, ahora seguro de sí y de su éxito, rompió el pacto diabólico. En venganza, Lucifer convirtió en piedra el último de los carros que portaban material hacia la obra dejándolo así definitivamente anclado en la ladera del Reventón, mientras que la Catedral terminó con una de sus torres gemelas algo menor que la otra.
Más prosaico y con menos misterio es el parecido con una tortuga o un caracol que otros ven en la roca. En cualquier caso, se trata de un paraje de gran belleza paisajística, de relativamente fácil acceso desde la localidad de Rascafría por un sendero que, en gran parte, discurre por el robledal de los Horcajuelos y que en más o menos una hora (unos 3,5 km) nos situará junto al Carro. A lo largo del mismo podremos disfrutar de magníficas vistas sobre el valle del Lozoya y en particular del monasterio de El Paular, enmarcados por las alturas del macizo de Peñalara y la Cuerda Larga.