A pocos pasos de la Plaza de la Libertà, en una calle que toma nombre del primer Papa de la familia Medici, Leone X (famoso por haber excomulgado a Martín Lutero en 1521), surge una bellísima e inesperada joya arquitectónica. Estamos hablando de la Iglesia Ortodoxa rusa de la Natividad de Cristo y de San Nicolás, conocida entre los florentinos como “la iglesia rusa”.
Las cúpulas en forma de cebolla son visibles a distancia, cubiertas de hojuelas de loza turquesas, amarillas, verdes, blancas y sobrepasadas por cruces doradas. Decididamente crean un bello contraste en el panorama florentino.
La iglesia se construyó entre el 1899 y el 1903 para hospedar a la pequeña comunidad rusa en la búsqueda de un lugar de culto. De hecho, al inicio del siglo XIX, sin una iglesia propia, la comunidad rusa de Florencia se reunía en las capillas privadas de sus miembros más ilustres, como aquella de la rica famiglia Demidoff. Fue proyecto del arquitecto ruso Mikhail Preobrazhensky, y fue la primera iglesia ortodoxa rusa en ser construida en Italia.
La iglesia, con plano y forma de cruz, está construida con ladrillos rojos y piedras grises, provenientes de las cavas de Fiesole y circundada por un cercado de metal con canceles decorados con el águila imperial de dos cabezas y el lirio florentino realizado por la fondería Michelucci di Pistoia.
Sobre la puerta hay un mosaico en estilo veneciano que representa la madre de Dios, “Znamenie”.
El magnífico ingreso de madera, fue inspirado en las puertas del paraíso de Ghiberti y representa 22 escenas del Antiguo Testamento. Su creador, Rinaldo Barbetti, ganó el premio en una muestra nacional en Florencia en 1861 gracias a esta obra maestra artesanal.
En el interior descubrimos que la iglesia está construida en dos niveles, según un típico esquema de las iglesias ortodoxas en el norte de Rusia: la parte inferior fue proyectada para ser más cálida en el invierno y está dedicada a San Nicolás, en memoria de la capilla Demidoff, mientras la parte superior, más fresca en verano, y fue dedicada a la Natividad.
Las decoraciones internas, con sus frescos, adornos en mármol, íconos en estilo bizantino y las altas figuras de santos, es realmente notable.
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A few steps from the Plaza de la Libertà, in a street that takes its name from the first Pope of the Medici family, Leone X (famous for having excommunicated Martin Luther in 1521), rises a beautiful and unexpected architectural jewel.
We are talking about the Russian Orthodox Church of the Nativity of Christ and Saint Nicholas, known among Florentines as “the Russian church”.
The onion-shaped domes are visible in the distance, covered in turquoise, yellow, green, white earthenware flakes and surmounted by golden crosses. They definitely create a beautiful contrast in the Florentine panorama.
The church was built between 1899 and 1903 to accommodate the small Russian community in search of a place of worship. In fact, at the beginning of the 19th century, without its own church, the Russian community in Florence met in the private chapels of its most illustrious members, such as that of the rich Demidoff family.
It was the project of the Russian architect Mikhail Preobrazhensky, and it was the first Russian Orthodox church to be built in Italy.
The church, with a plan and the shape of a cross, is built with red bricks and gray stones, coming from the Fiesole cellars and surrounded by a metal fence with gates decorated with the two-headed imperial eagle and the Florentine lily made by the foundry Michelucci di Pistoia.
Above the door there is a mosaic in Venetian style representing the mother of God, “Znamenie”.
The magnificent wooden entrance was inspired by Ghiberti's gates of paradise and represents 22 scenes from the Old Testament. Its creator, Rinaldo Barbetti, won the prize at a national exhibition in Florence in 1861 thanks to this artisan masterpiece.
Inside we discover that the church is built on two levels, according to a typical scheme of Orthodox churches in the north of Russia: the lower part was designed to be warmer in winter and is dedicated to Saint Nicholas, in memory of the Demidoff chapel, while the upper part, cooler in summer, and was dedicated to the Nativity.
The internal decorations, with their frescoes, marble ornaments, Byzantine-style icons and tall figures of saints, are truly remarkable.
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